El mundo es un pañolín
Hace unas
semanas, jóvenes de 152 países se reunieron en Kirarahama, Japón, para celebrar
el 123 Jamboree mundial. una muestra de la vigencia del movimiento iniciado
hace más de un siglo.
*Mayne- Nicholls, jefe de Campo del Noveno Jamboree Nacional.
*Mayne- Nicholls, jefe de Campo del Noveno Jamboree Nacional.
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El
primero, a comienzos de agosto 1907, fue modesto: 20 jóvenes acamparon por
siete días en la isla Brownsea, en Inglaterra. Llegaron atraídos por el libro
de Baden-Powell Scouting for Boys, e iniciaron el movimiento Scout. Hoy
se asombrarían al saber que en sus 108 años de historia ha habido más de 500
millones de scouts, los cuales hoy suman más de 40 millones.
Del 28 de
julio al 8 de agosto, atraídos por la emoción de descubrir nuevas culturas; de
construir amistades de por vida; de alimentar sueños y de descubrir que la
esperanza es eterna, 33.832 scouts de 152 países se reunieron en Kirarahama,
Japón, a celebrar el 23 Jamboree Mundial.
Entre
ellos, 178 guías y scouts de Chile. “Se creyó que, por la distancia, no
tendríamos un gran contingente, pero no fue así. Fue una gran experiencia para
todos”, dijo Alejandra Muñoz Cuello, a cargo de la delegación.
Baden-Powell
aplicó para las masivas reuniones scouts la palabra zulú jamboree, que
significa “unión de todas las tribus”.
Y desde
el primero a nivel mundial (en Inglaterra, en 1920) ha sido común ver en cada
Jamboree un impresionante despliegue de colores; mosaico de culturas ;
diferencias de tonos de piel y múltiples idiomas y dialectos, todos unidos por
el símbolo del pañolín que identifica a los scouts.
También
es común que las banderas nacionales flameen, dando a conocer que esta fiesta
es un lugar de encuentro del mundo. “Al llegar vimos que los suizos habían
levantado un mástil muy alto y que su bandera se veía de todas partes”, cuenta
Francisco Espinoza, del grupo Heinrich.“Nos juntamos con los scouts del Verbo
Divino —en Japón se unieron en la tropa Torres del Paine— y decidimos que la
nuestra flamearía más alto. Al tercer intento lo logramos”.
Los
jóvenes tenían actividades múltiples. Visitar Hiroshima; practicar kayak;
conocer tradiciones de otros; trabajo en artesanía; cocina típica y un largo
etcétera, todo enmarcado en “vivir el espíritu del Jamboree” muchas veces
expresado al entonar canciones del mundo scout. “Aquel que canta, siempre ve el
futuro con alegría”, me dijo un asistente de Estados Unidos.
La
responsable de módulo de Cultura de Chile en el Jamboree, Eleonor Gutiérrez,
invitó a pintar un mapa de Chile de 14 metros de largo en una arpillera: “Un
scout de Haití vino varias veces. Junto a él había guías y scouts de varios
países”, cuenta.
Los dos
extremos de Chile estuvieron presentes no sólo en el mapa. Desde el grupo scout
San José de Punta Arenas, Cristóbal Téllez relata: “Estaba trabajando en
Australia y decidí venir. Estuve en el Jamboree Mundial de 1999 en Picarquín,
Chile, y puedo decir que el nuestro fue muy bueno”. Mientras, Roberto Parra
llegó desde Arica: “Este es mi quinto Jamboree. Aquí estuve de servicio muchas
veces controlando el ingreso al comedor”.
A este
recinto asistían los miles de adultos que venían de voluntarios. Uno de ellos,
el norteamericano Kelly Williams, de 59 años. Su labor: limpiar mesas.
“Vine al Jamboree a los pies del monte Fuji en 1971. Esa vez llovió dos
días seguidos y nos tuvieron que evacuar. Fue por culpa del tifón Olivia.
Recuerdo que esa vez nos visitó el astronauta Neil Armstrong, quizás el scout
más conocido en la historia”.
En Japón,
el invitado siempre presente fue el intenso calor (varios días sobre 35
grados) junto a una sofocante humedad (siempre sobre 75%). A ello se le sumaron
los miles de intercambios que se realizaban en cada rincón: pañolines, camisas,
insignias, gorros, mochilas, etc., cambiaban de mano. Todos objetos del mundo
scout.
Los
chilenos, a lo anterior, sumaron la oportunidad de recibir la visita del
presidente mundial de la organización, el portugués Joao Gonçalvez: “Lo único
que pido es que lo aprendido aquí, lo puedan transmitir a las guías y scouts de
Chile que no pudieron asistir. Esa es su nueva responsabilidad”.
Y en la clausura, el secretario
general de los scouts, el norteamericano Scott Teare, fue claro: “Le han
demostrado al mundo que la paz es posible. Aquí palpé unidad, armonía,
amistad y mucha paz. Usen esta experiencia en sus comunidades. Compartan
para seguir creciendo. Juntos los scouts pueden crear un mundo mejor”.
Preparando
la cena final del campamento Alejandra Valdés, del grupo Southern Cross, lo
tenía claro: “Hemos aprendido que debemos ser capaces de convivir con las
diferencias de los otros”.
Sin duda,
uno de los grandes mensajes que deja Japón. Palabras muy similares a las que
Baden-Powell legó a los jóvenes en Brownsea en 1907: “Traten de dejar el mundo
un poco mejor que como lo encontraron”.
“Once
scout...” dice el locutor y al unísono, en varias lenguas, miles responden
“siempre scout”. Es lema universal, pues es imposible dejar de vivir los
valores y principios que transmite el movimiento. Aunque uno no esté activo,
siempre puede aportar.
Es mi
caso. Fui scout desde 1971 hasta 1984. Participé en los primeros dos Jamborees
Nacionales (1976, en Quebrada de Macul como guía de Patrulla, y en 1983, en
Peñuelas, como fotógrafo y subjefe de tropa). Además, fui el único chileno en
el Jamboree Mundial celebrado en Calgary, Canadá, en 1983. Y tres de mis hijos
son scouts activos y los otros dos en algún momento lo fueron.
Por ello,
cuando hace meses Alejandra Palacios, presidenta de la Asociación de Guías y
Scouts de Chile (ASGCh) y Gerardo González, director ejecutivo, me ofrecieron
ser jefe de Campo del 9º Jamboree Nacional (Hacienda Picarquín del 23 al 30 de
enero 2016; esperamos 6.000 guías y scouts y 2.000 pioneros y caminantes), no
lo dudé.
Era una
forma de cerrar un círculo, entregando a otros lo que a mí tantos me
dieron.
Y lo hago
tratando de aportar con una frase de Baden-Powell que me ha acompañado toda la
vida: “Nada, sino lo mejor”.
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